SANTIAGOS

10.12.2018

La posesión de la túnica sagrada será el punto central de controversia entre moros y cristianos que a machete limpio y lustroso harán centellear en lo alto de sus cabezas aquellos aceros que hablarán en un momento del poder de cada uno de los grupos.

Entre los cristianos enfilará en primer orden el señor Santiago, luciendo su sombrero de plumas blancas de avestruz que le dan solemnidad y galanura. Los demás danzantes preparan mentalmente sus parlamentos, que, entrecortados, se escuchan al tintinear de los machetes costeños que tratan de acaparar la atención del público presente.

Los cristianos que siguen a Santiago y le defienden incondicionalmente son: el Niño, un pequeño inocente de ocho años de tez blanca que representa las reliquias sagradas que tanto se han defendido a través del tiempo; Vespaciano, tosco y rudo, se pasa con golpes firmes en la tarima o piso de tierra, el cual se sacude con su presencia; Alférez es el portador del pendón que anuncia su raza y su condición; lo acompaña Tito, y juntos dan un paseo con lujo de detalles, meneando majestuosamente sus elegantes y coloridas capas.

Mahoma tiene que ser defendido de los ataques cristianos y para ello está Pilato; enseguida el Moro Capitán, arrogante y fuerte; le sigue el Sultán y, junto a él, Tiberio y el Almirante, que forman un equipo de lucha y ataque. La fiesta está en su apogeo, brillan las estrellas en el cielo azul.

Nuestros hombres del campo son muy hábiles para manejar los machetes de variadas formas y tamaños, lo que hizo que se originara el cambio de la espada usual de los llamados Santiagos de Tablado que, por lo costoso de su vestimenta, los sustituyeron por estos danzantes de pie a tierra llamados Santiagos de Machete.

Las relaciones son las mismas, y abundan estas representaciones teatrales, que se combinan con la danza en varias partes de nuestro estado.

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